La evacuación desde el aeropuerto de Taclobán se hace entre el nerviosismo y las prisas. La ayuda internacional va llegando lentamente, aunque más lenta es la distribución entre la población: muchas de las carreteras de salida desde la capital de Leyte siguen cortadas, por lo que hay muchas localidades todavía aisladas.
Es por ello que toneladas de comida y medicinas siguen almacenadas bajo un fuerte dispositivo de seguridad en el propio aeropuerto.
La desorganización cunde en el reparto de víveres.
“No hemos recibido nada, ni siquiera un poco de avena. Mis dos hermanos pueden morir, mi hermano mayor y mi hermana están enfermos, soy la única que no está enferma.
¿Van a esperar a que enfermemos y muramos uno a uno antes de hacer algo?”, se quejaba una superviviente.
El aislamiento de las poblaciones también afecta en el recuento de víctimas. Hasta ahora las cifra de fallecidos supera los 2.300, que aumentará conforme se acceda a esas áreas incomunicadas. Hay que añadir los más de 3.800 heridos y los 77 desaparecidos.
Además se suma la creciente inseguridad y el riesgo de saqueo en Taclobán y localidades cercanas a pesar de que el Gobierno asegura que tiene la situación controlada y ha desplegado a 800 policías y 1200 soldados.
La muerte el martes de ocho personas mientras ayudaban a asaltar un almacén de alimentos refleja la situación de ansiedad en el país.