La multitud en Sebastopol aclama como héroes a los antidisturbios a su regreso de Kiev.
En el gran puerto de Crimea ser pro-Maidán es arriesgado. Este opositor lo pagó en sus propias carnes ese mismo día. Aquí, como en otros lugares de Crimea, la mayoría de la población es prorrusa, algunos se atreven a ir muy lejos, como aquí, en Kerch el domingo pasado.
“Debemos plantear la cuestión de la secesión de Crimea de Ucrania”, pedía este manifestante.
Este aumento de las tensiones separatistas preocupa en Kiev. El martes, el vicepresidente del Parlamento y miembro del partido nacionalista Svoboda, Ruslan Koshulinskiy, advertía contra el riesgo de una partición.
Ruslan Koshulinskiy:
“Tropas extranjeras, concretamente de la Federación rusa, están llegando a la península de Crimea. No es un secreto que los rusos han distribuido en Crimea un gran número de pasaportes de la Federación aquí, en Crimea. Y aunque las leyes rusas permiten tener la doble nacionalidad, las leyes de Ucrania, no la aceptan”.
Con un 60% de la población rusófona, Crimea pertenece a Ucrania desde que en 1956 Nikita Jruschev se la ofreciese al país, por entonces miembro de la URSS.
Pero en 1991 Ucrania se convirtió en un país independiente, y Crimea obtuvo el estatuto de región autónoma.
En 1997 Rusia obtuvo el premiso de mantener la base de la flota del Mar Negro en Sebastopol hasta 2017, y en 2012, el expresidente Viktor Yanukóvich lo prolongó hasta 2042. A cambio, Putin le deja el gas por un precio ventajoso.
Los vínculos con Rusia son fuertes: los empleos y sobre todo, la lengua. La restitución del ucraniano como lengua oficial en todo el país decidida por el Parlamento de Kiev ha puesto a los rusófonos a la defensiva.
El martes, un grupo de diputados de la Duma viajaron a Sebastopol para demostrar a la población que siguen contando con el apoyo de Rusia, pero negaron que Moscú haya decidido conceder el pasaporte ruso a los ucranianos que lo soliciten.