José Vicente Rangel: no se puede apostar al agotamiento de focos guarimberos, cuentan con recursos
Luego de un mes de haber comenzado los acontecimientos que han causado profunda molestia en la colectividad, conviene hacer algunas precisiones. A partir del 12 de febrero, fecha en la que una manifestación convocada por sectores de la oposición atacó la sede del ministerio público causando graves daños a las instalaciones de la institución y del parque Carabobo, la violencia irrumpió con características especiales. Veamos:
Primero: ¿qué origina la protesta? La retórica partidista opositora la atribuye a problemas económicos, desabastecimiento, alto costo de vida, divisas, etc. Sin embargo, la motivación no es esa: es política. Tiene que ver con la oportunidad que la oposición vislumbró de conquistar el gobierno con motivo del fallecimiento del Presidente Chávez y la realización de elecciones para escoger al sucesor en el cargo. Este acto fue visto como el instante crucial en que la oposición se jugaba el todo por el todo para conquistar el poder y no como expresión de un acto democrático y jurídico consagrado en la constitución. Capriles y sus partidarios sobrestimaron su fuerza electoral y se prepararon para una victoria y nunca para una derrota. Por eso que el resultado en las urnas, favorable a Maduro, de 300 mil votos –ventaja más que suficiente en cualquier país– los desestabilizó y disparó la violencia, reacción característica del sector cada vez que surgen situaciones críticas. A partir de ese momento, la oposición puso en la calle la consigna ¡Maduro vete ya!, Con definido carácter subversivo.
Segundo: los sucesos que comenzaron el 12 de febrero, y se agravaron a partir del 18 con motivo de la marcha convocada por el sector radical de la oposición que lideran López, Machado y Ledezma, no fueron espontáneos. Su prolongación en el tiempo lo confirma y conduce a la siguiente conclusión: detrás de tales hechos hay un aparato con autonomía, recursos y entrenamiento, que garantiza la agitación promovida a través de la modalidad de la “guarimba guerrillera”.
Tercero: lo cierto es que hay un plan elaborado y una estructura insurreccional que lo ejecuta, con el objeto de derrocar al presidente maduro e instaurar un gobierno de emergencia. Esa estructura cuenta con sólido apoyo logístico y conexiones internacionales que permiten montar una campaña contra Venezuela como nunca antes se había visto. Esta situación introduce un cambio en la política nacional. La ofensiva contra el actual gobierno sobrepasa la práctica democrática. Constituye una forma de lucha proveniente de la aplicación de un modelo que hoy se utiliza a nivel mundial con resultados conocidos. Equiparable, por sus efectos letales, a los que se implementaron en Latinoamérica en las décadas del 60 y 70. La continentalización del conflicto fue la respuesta. Ahora el funcionamiento del formato cuenta con sofisticados recursos y ensaya prácticas inéditas en nuestro medio cuyos