Desde hace unos diez años Chile es un país receptor neto de inmigrantes, o sea, viene más gente de la que se va.
Tras muchos años de inmigración peruana, a ésta se han sumado colombianos, ecuatorianos, haitianos, dominicanos, y también argentinos y europeos.
Es un fenómeno nuevo para un país geográficamente aislado, cuyas últimas inmigraciones masivas tuvieron lugar hasta principios del siglo XX, principalmente de Europa y Palestina.
Al contrario, tras el golpe de Estado de 1973, Chile fue un gran exportador de exiliados y emigrantes económicos.
La llegada de inmigrantes pobres, la presencia en las calles y empresas de afrodescendientes, orientales, acentos diversos, etc. ha creado diversas reacciones.
Las trabajadoras domésticas suelen ser peruanas con un refinado conocimiento culinario y un vocabulario amplio, que suele ser superior al de sus empleadores.
La sofisticada comida peruana es un boom en el país y la música se ha ido contagiando de ritmos tropicales.
Al mismo tiempo, han surgido fenómenos xenofóbicos, racistas y discriminatorios.
La educación chilena ha intentado siempre negar los ancestros africanos de una parte de la población, ha rechazado también a los antepasados indígenas, y se ha centrado en la inmigración europea del siglo XIX e inicios del XX.
Con un QO se podría explorar la relación existente entre chilenos e inmigrantes de distintas categorías sociales (por ejemplo, la diferencia entre un inmigrante peruano y uno español), ya la vez cómo los extranjeros ven su situación en Chile.
Para esto habría que tratar de salir de Santiago, pues hay lugares como Antofagasta (1200 km al norte), en que hay una gran inmigración colombiana que ha generado incluso marchas racistas de protesta.