Ante el Hospital Estatal de Soma, el más grande de la localidad en la que se encuentra la mina turca, cientos de personas esperan y desesperan. ¿Qué ha pasado con sus maridos, con sus hijos o hermanos, con sus amigos?

Los médicos fueron destilando, desde que ocurrió el accidente, los nombres de varias decenas de supervivientes. La esperanza se mantuvo hasta la madrugada, pero con el amanecer llegaron las malas noticias y se instaló un clima de profundo dolor. Ahora, con un nudo en el estómago, esperan los nombres de los fallecidos, mientras el murmullo de indignación aumenta. Desde su privatización hace un año, en la mina de la tragedia se habían reducido los costes de explotación una cuarta parte y muchos se preguntan si fue a costa de la seguridad de los trabajadores.