Lo usaron vivo y después lo necesitaban muerto. Escribe la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, en un artículo desesperado por encontrar la verdad.
Es el teorema de la confusión el que una mente criminal está usando en el país del tango para distraer todo, y en la distracción poder encausar a placer la opinión pública y no nacional, sino la mirada del mundo: "Yo también soy Nisman", que parece significar con toda viveza el hambre por victimizarse y acusar a lo islámico como el mal.
Por qué "encausar a placer" porque ante la carencia de pruebas y la desmedida lluvia de información de rumores, dichos e intenciones, la mente del pueblo ajeno y desinteresado es fácil de manipular, porque un ciudadano de a pie no se preguntaría, ¿Por qué se dejó entrar al lugar donde estaba tendido el cuerpo del fiscal Alberto Nisman, a un médico privado, sin dar cuenta al juez, a sus superiores, a los forenses?, tal como consigna Cristina Fernández.
Fiscal que acusaba a iraníes y a la presidenta de un complot, y que misteriosamente muere, para qué, ¿para echarle más la culpa a la presidenta? o ¿para volver a hablar de Irán en una escena mundial que parece estar ensuciando el nombre islámico? Porque ese sería el resultado en una mente que no guste de investigar y de creer lo que ve en la televisión.
Pero que sería ridículo ante el análisis más austero, más aun cuando la presidenta ha sido la que más ha querido ir a profundidad, con todo y contra todos. El caso de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), más vivo que nunca porque parece ser un manantial de símbolos del nuevo orden mundial que se quiere imponer de la forma más hipócrita. Este caso que involucra a Argentina, EE.UU., régimen de Israel, Irán, esta noche en 'Detrás de la Razón'.