Se llama acto fallido (también conocido como desliz freudiano) a aquel acto que pone de manifiesto una expresión diferente e incluso contraria a la intención consciente del sujeto. Puede presentarse en la acción, en el discurso verbal o en un gesto. El resultado obtenido no es el que explícitamente se perseguía alcanzar, sino que ha ocurrido un reemplazo que escapa a la consciencia del sujeto actuante.
«Acto fallido» es la traducción al español más corriente del término alemán Fehlleistung, introducido por Sigmund Freud ya en los inicios de sus conceptualizaciones teóricas que conformaron el método y línea nueva de trabajo psicoterapéutico denominado psicoanálisis. La palabra alemana (que también podría entenderse como «rendimiento fallido» o «fallo en la eficacia») engloba conceptualmente bastante más que las meras acciones o conductas motoras, de modo que los fallos o equivocaciones inexplicables que abarca el término también pueden ocurrir en el discurso verbal (lapsus) o pueden ser errores por omisión (olvidos, extravíos). La agrupación, en un único concepto, de las equivocaciones verbales aparentemente inexplicables, los olvidos y los fracasos en la acción no atribuibles a una causa conocida, alejándose de la voluntad consciente del sujeto, no tiene precedentes antes de Freud, cuestión que obligó a los traductores de la Standard Edition a crear un término ad hoc, introduciendo al inglés la palabra parapraxis.1