Santiago de Chile, 7 may (EFE).- (Imagen: José Miguel Caviedes). "Damas y caballeros, con ustedes: ¡Vanesa Star, la Negra Lay, Yessenia Duval, Yajaira Martíney y... Kathy Larson!", anuncia desde hace 40 años en Chile el apuesto Juvenal Rubio para presentar el circo de transformistas Timoteo, uno de los espectáculos más peculiares de América Latina.
Un bosque de largas piernas masculinas enfundadas en finas medias y cortas minifaldas se despliega ante doscientos espectadores que, carcajada tras carcajada, asisten a un burlesco espectáculos repleto de dobles sentidos, alusiones sexuales y pícaro lenguaje.
"Somos como un pequeño pueblo nómada, un oasis dentro de la sociedad", explica a Efe Enrique Serrano, uno de los artistas transformistas, mientras retoca el maquillaje de set televisivo y se pone los zapatos de cenicienta que lo convertirán en Kathy Larson, el personaje femenino que lleva representando desde hace 26 años.
Serrano forma parte de un elenco de ocho artistas que, todas la noches, desde hace más de cuatro décadas se sube al escenario del Timoteo, un popular bastión de libertad y tolerancia en el que el humor y la parodia le han ganado el pulso a la estigmatización que impera en la pulcra sociedad chilena.
Dentro de su diminuta caravana, plantada en el pueblo costero de San Antonio a 128 kilómetros de Santiago, se condensa todo un universo circense escrupulosamente estructurado: pelucas brillantes de distintos colores y boas de plumas exóticas cuelgan de la pared, repleta de retratos de Rocío Durcal, estampillas de la virgen y una fotografía antigua de cuando era joven y sirvió en la armada.
"Sólo fue una etapa, después quise marcharme a Estados Unidos pero no me resultó. Conocí a René Valdés y me propuso que me quedara en el circo. De eso ya hace 26 años. Ahora tengo 70 y de aquí ya no me muevo. Soy feliz así".
Más que un circo, el Timoteo es una gran familia encabezada por René Valdés, un genio del humor y la parodia que a sus más de setenta años sigue dando cobijo a un gran número de transformistas, cuyos espectáculos han sembrado el país de tolerancia y complicidad hacia las minorías sexuales.
Algunas de las actuales estrellas del espectáculo acudieron a René con sólo trece o catorce años sin más equipaje que una bolsa de mano con la que huyeron de la pobreza, violencia y discriminación.
"Nosotros fuimos los primeros en abrir las puertas de la homosexualidad y el transformismo en Chile", explica a Efe Luis Tomás Martínez quien cuenta cómo, bajo esta pequeña carpa consiguieron ganarle el pulso a la estigmatización que impera en la pulcra sociedad chilena.
El Circo Timoteo fue, y todavía sigue siendo, un refugio de formas de vida diversas en un país que no aprobó el divorcio hasta el año 2004 y que hasta ahora no contaba con ningún tipo de reconocimiento para las parejas del mismo sexo.
Durante las cuatro horas de espectáculo, la carpa se convierte en una íntima guarida en la que todo puede ser