Un informe del periodismo independiente asegura que EE.UU. ha estado involucrado -de una manera u otra- en más de 54 naciones africanas, sus conflictos y crisis.
Es más, durante la última década, la influencia militar estadounidense en el continente alcanzó proporciones que contradicen las versiones de AFRICOM.
El tristemente célebre centro de operaciones militares norteamericano afirma que EE.UU. mantiene mínima influencia en los asuntos regionales del continente.
Contrariamente a ello, sin embargo, analistas califican las operaciones estadounidenses en África como la “mayor guerra indirecta” de la historia.
A tal punto llega el análisis y urgencia sobre el tema, que desde algunos círculos se afirma que las actividades de la Escuela de las Américas y el imfame ‘Plan Condor’ no son más que jugarretas comparados con las acciones y complots estadounidenses en África.
El fenómeno esencial que permite el contexto de tales operaciones y campañas consiste en la desinformación. Tradicionalmente, desde los centros de comunicación del modelo imperial, se ha omitido intencionalmente o minimizado el acontecer africano.
Desde las revoluciones, pasando por las convulsiones sociales y políticas, la tendencia occidental, fue y es, minimizar la realidad.
Esta estrategia de caricaturizar lo que ocurre en el continente ha funcionado durante muchas décadas, en virtud de que contribuye a esconder la actividad estadounidense y las motivaciones de sus socios corporativos.
África, es en líneas generales, un enorme mercado de armas, drogas y gobiernos de dudosa procedencia. Es decir, un campo ideal para las truculencias de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés) y el Pentágono.