La seguridad se ha convertido en una de las principales preocupaciones y puntos de mira prioritarios para los países de la región centroamericana, en la que se registra la actividad de al menos 900 bandas criminales.

La lucha contra la violencia se ha convertido en un asunto clave en la agenda de la zona. Como contrapunto está el caso de Nicaragua, que es el sexto país más seguro de América Latina.

Pero últimamente a la inseguridad hay que sumarle el alto índice de corrupción que se está registrando. Este hecho lleva unido que muchos ciudadanos levanten la voz en contra de sus mandatarios. Un caso claro es el de Guatemala, donde miles de personas no cesan en su intento de que el presidente Otto Pérez Molina, inmerso en un gigantesco escándalo de corrupción, dimita.

Pero Guatemala no es el único lugar donde hay revueltas populares. Honduras también vive momentos de clara tensión contra su presidente, Juan Orlando Hernández. Piden su renuncia por el escándalo de corrupción en el que podría estar implicado y que salpica a ministros e incluso familiares.

Rubén Herrero de Castro, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), dice que “el problema en Centroamérica se remite a muchos años atrás. La guerra fría creó espacios de impunidad en la política y se desestructuró a la población. Es tremendamente difícil controlar esta situación”.

Por su parte, Sonia Alda, experta en América Latina señala que “hay un problema de falta de soluciones. Las políticas de seguridad son erróneas. Es imposible controlar el crimen organizado”.

Mientras, Ana Marcela Montanaro, abogada y activista social costarricense, comenta que “hablamos de países muy polarizados y con muchas desigualdades. A esto se le suman las organizaciones criminales que se han instalado en la región”.

Según Daniel Cristancho, periodista y analista, “la región es un puente entre el sur y Norteamérica. Es la principal ruta del narcotráfico. Es una zona marcada por la inestabilidad”.