La formación de un supercontinente puede afectar de forma drástica al medio ambiente. La colisión de las diferentes placas continentales, daría lugar a la formación de montañas que variarían los patrones climáticos. El nivel de los mares podría descender debido a las glaciaciones. La tasa de erosión de la superficie terrestre podría dispararse, incrementándose así la velocidad a la que el material orgánico es enterrado. Los supercontinentes pueden causar una caída de la temperatura global y un incremento del oxígeno atmosférico. Estos cambios pueden generar un incremento en la velocidad de procesos como la evolución biológica cuando diferentes nichos quedan fundidos en uno. Esto también podría afectar al clima reduciendo más aún las temperaturas. La formación de un supercontinente produce además el aislamiento del manto. El flujo de calor quedaría concentrado, dando lugar a una intensa actividad volcánica y a la inundación de extensas áreas con basalto del manto. Se formarían rifts y el supercontinente se desgajaría una vez más comenzando un nuevo ciclo supercontinental. El planeta podría experimentar entonces una época cálida, como sucedió durante el período Cretácico