"La calle ardía, había ráfagas, ráfagas y ráfagas"

AGENCIA EFE 2015-11-18

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Saint Denis (Francia), 18 nov (EFE/EPA).- (Imagen: Javier Albisu, André Pain, Ian Langsdon) Cinco días después de los atentados en el Estadio de Francia, los vecinos de Saint Denis volvieron a vivir hoy una madrugada de tensión y explosiones con el asalto policial sobre un apartamento en el que se atrincheraban terroristas.

El municipio todavía no se había levantado cuando a las 04.20 horas (03.20 GMT) se empezaron a escuchar ráfagas de disparos y lanzamientos de granadas en la zona, en la que se pidió a los habitantes que permanecieran en sus domicilios.

"Mi hija pequeña se levantó asustada y nos dijo: 'Los terroristas vienen a nuestra casa'", explica a EFE Jorge, vecino portugués de 38 años de edad que "a esas alturas" no dudó de que podía tratarse de un nuevo atentado.

Los lugareños comenzaron el día con una sensación palpable de conmoción. "Abrí la ventana para ver qué pasaba. Vi un helicóptero que proyectaba su foco hacia el edificio de la operación y oí la llegada de bastantes policías", prosigue el egipcio Yasser Omara.

Al principio, relata, pensó que quizá sería un ladrón, pero la intensificación y potencia de los ruidos despejó pronto las dudas, porque desde hace una semana ese barrio, ya de por sí conflictivo, "está bastante caliente".

Quienes vivieron de cerca el asalto añaden que fue tan repentino que en los primeros momentos no se había alzado ni una barrera de seguridad. Otros critican haber sido sacados de sus casas como si ellos mismos fueran objetivo de la redada.

"Una brigada vino a buscarnos con algo de violencia. Nos pusieron contra el suelo, con las manos en la cabeza. No sacaron brutalmente para evacuar el perímetro", cuenta a EFE Patrick, de 17 años.

En el momento álgido del dispositivo, según explica Babalí, rapero de 35 años nacido en Saint Denis, no había sino "ráfagas y ráfagas y ráfagas". La situación, concluye, "estaba que ardía".

Con dos presuntos terroristas muertos, entre ellos una mujer que detonó explosivos, y siete sospechosos detenidos se puso fin poco antes del mediodía a esa operación que vació las calles aledañas de gente y las llenó de furgones de la policía, de la gendarmería y de personal médico.

Las casi siete horas en las que estuvo en marcha fueron un desfile de agentes uniformados y de sirenas, cuyo silencio temporal servía para acrecentar solamente la impresión de que el desenlace estaba cerca.

El número 8 de la calle de Corbillon, una de las principales vías comerciales de la ciudad, donde todas las persianas de las tiendas permanecieron bajadas, estaba en el foco de los numerosos medios de comunicación.

Y junto a ellos, en la distancia marcada por seguridad, a medida que amanecía comenzaron a agruparse tanto residentes curiosos como aquellos que se habían visto bloqueados en la zona por la interrupción de los medios de transporte.

Más allá del impacto ante la espectacularidad del asalto en marcha, reinaba también la incertidumbre sobre la presencia d

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