POETA DE LA ARCILLA
A Héctor Arbeláez
Él sabe su nombre; para qué decirlo.
En sus manos la tierra cobra vida
con su carga de rosas y de espinas.
A esa que un día volveremos
le arranca extrañas formas
hundiendo sus dedos en la arcilla,
fresca y tosca al principio,
luego suave, dolorida y bella.
Con torpe palabra canto ahora,
en estos versos míos,
al genio talentoso y perdurable
que moldea el universo en barro,
buscando el sello de la eternidad.