El primer ministro húngaro, Víctor Orban, acudió este domingo a votar en el polémico referéndum sobre el reparto de refugiados en el seno de la Unión Europea. Orban ha convertido esta consulta, impulsada por él mismo, en un plebiscito a su decisión de no acoger refugiados en Hungría, por mucho que el bloque comunitario haya establecido un reparto entre los países. Las encuestas indican que el 75 por ciento de los húngaros están de acuerdo con él y se oponen a las cuotas europeas.

“Si la Unión Europea no acepta que los países decidan por sí mismos, el referéndum es necesario. Los húngaros decidirán si quieren o no. En ese sentido, el referéndum está justificado”, opina un joven en la entrada de un colegio electoral. Después, una mujer abunda en la misma idea: “Hay que consultar a la gente sobre los asuntos importantes que afectan al país. Esto nos atañe a nosotros, a nuestros hijos y nietos. Nadie puede decidir por nosotros”.

La consulta ha estado precedida por una campaña en la que tanto el Gobierno de Orban como la ultraderecha han jugado la baza del miedo, vinculando directamente a los refugiados con la criminalidad, el islamismo radical y el terrorismo, sin que la oposición fragmentada haya sabido ejercer un contrapeso.

Según los sondeos preliminares, parece claro que la mayoría de los votantes dirán “no” al plan de cuotas de la Unión Europea. La cuestión ahora es si el referéndum será válido para lo que se necesita una participación de al menos el 50 por ciento y siempre que los votos sean válidos.