Irak podría estar al borde de la peor crisis humanitaria de su historia. Es lo que piensa Naciones Unidas. Más de un millón de civiles permanecen atrapados en Mosul, sin apenas alimentos ni medicinas, mientras el ejército intenta expulsar al Dáesh de la ciudad.

Los que han conseguido escapar han sido alojados provisionalmente en cinco campos de refugiados que pronto se quedarán pequeños. La situación es crítica.

“Conseguimos llegar hasta aquí con mucho sacrificio”, explica Abu Anhar, uno de los refugiados. “En nuestro pueblo no queda nada. No hay electricidad ni agua. Nuestra vida era un infierno”.

Naciones Unidas prevé que en las próximas semanas más de 200.000 personas se encuentren vagando a la intemperie. Y trabaja contrarreloj para construir seis campamentos más que den cobijo a 80.000 refugiados.

Además hay cientos de personas bloqueadas en el desierto de Dashishah, en la frontera con Siria, porque los peshmerga temen que entre ellos haya terroristas del Dáesh infiltrados.

“La gente aquí muere de hambre”, explica Gaafar al-Mansour. “Hay niños sufriendo. Si no nos dejan acceder a un campamento, moriremos. No podremos aguantar mucho más. Necesitamos ayuda”.

Desde que comenzó la campaña para recuperar Mosul, se calcula que más de 10.000 personas se han visto desplazadas por el conflicto. Muchas de ellas padecen además enferemedades respiratorias debido a la política de “tierra quemada” practicada por los integristas. Y otras, como los rehenes de Mosul, están siendo utilizadas de escudos humanos.