China no logra rebajar sus malos humos. En la capital, Pekín, se ha decretado la alerta naranja, la segunda más alta en una escala de cuatro grados, al menos hasta este miércoles. La demanda de energética durante el invierno dispara la contaminación en el país. Los niveles de las partículas más dañinas para la salud multiplicaban hoy por cincuenta los máximos recomendados por los organismos internacionales competentes y más de cien vuelos han sido cancelados.
El descontento entre la población por los altos niveles de polución es palpable. Según un ciudadano, la niebla tóxica “tiene un impacto muy negativo en las emociones de la gente” y los reportajes y comentarios vertidos en redes sociales les hace sentir “muy deprimidos”. Otro hombre tras una mascarilla se queja por no poder sacar a su hijo a que le dé un poco el sol y dice no saber dónde está su futuro.
Una veintena más de ciudades chinas se encuentra también en alerta naranja en el tercer año de la ‘guerra contra la polución’ emprendida por las autoridades. Las medidas incluyen la paralización de fábricas o el cierre temporal de autopistas.