La palabra Trump se ha convertido ya en un fenómeno. No importa si él está en lo correcto, en lo falso.
En esta dinámica, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha llegado al poder incendiando todo lo establecido y acostumbrado que por tradición o imposición hasta ahora había sido el vestido, el protocolo y el comportamiento de los presidentes estadounidenses.
Con Trump, todo lo establecido, y valga la traducción al inglés y su implicación con "establishment" está en jaque.
En otra de sus sorprendentes aventuras en la política, el lenguaje, la acción, decisión y Twitter, Trump nos deleita con un nuevo debate, entre los mentirosos que él llama (medios de comunicación), sus inocentes amigos, y los acusados rusos.
Trump escribe en Twitter a manera de recordatorio, amenaza o preparación para algo, que él tiene el poder de perdonar a los que han cometido un delito “Mientras todos aceptan que el presidente tiene plenos poderes para perdonar, por qué pensar en eso si hasta ahora el único delito son las filtraciones contra nosotros”.
Esto incendia el debate al complementarse con la publicación del Washington Post que indica que el presidente de EE.UU. ha estado preguntando a su equipo de abogados acerca del perdón presidencial y sus alcances.
Las cuestiones caen en cascada: ¿qué quiso decir con qué todo mundo está de acuerdo? ¿y qué quiso decir con recordar que el presidente tiene el poder del perdón? El principio legal universal es que nadie puede ser el juez de su propia causa.
Pero con lo que estamos viendo, hay que preguntar si ¿Trump tiene facultades para perdonarse a sí mismo, es decir, juez y parte, y perdón? ¿De qué se podría perdonar? ¿A quién podría perdonar y cuáles serían los delitos? ¿Podría ser válido un auto perdón presidencial en un sistema que dice ser democrático y donde la ley y la justicia está por arriba de cualquier persona?
En caso de que se perdone a sí mismo, quiere decir que primero tiene que ser culpable para perdonarse, entonces, ¿por qué preguntó Trump acerca del poder que tiene del perdón? ¿Algo sabe de él mismo? Si existe un auto perdón, entonces, ¿qué caso tiene la existencia de las Fiscalías, las Contralorías, las auditorías, y qué caso tiene la fundación del propio EE.UU. que se basó en la protesta y rebeldía contra el sistema monárquico de Reino Unido con un rey plenipotenciario?
¿Por qué Trump cuestiona el trabajo de Robert Muller, fiscal asignado para investigarlo? ¿Es transparente que sea Mueller quien investigue cuando fue uno de los principales abogados beneficiados por los Hillary Clinton que le han dado muchos casos y pagado dinero? El fiscal especial ya ha solicitado oficialmente información de las cuentas de los familiares del presidente y se presume que también está revisando las conexiones de su imperio con empresas vinculadas a Rusia.
¿Va a la caza de algo gordo? ¿A quién le creemos a los rusos o a los Trump? Trump acusa a los medios de comunicación de mentirosos y de complot, pero lo cierto es que desde la familia Trump, el hijo, afirmó reunirse con la abogada del gobierno de Rusia, Natalia Veselnitskaya, pero tanto ella como el Gobierno ruso, lo niegan.
Entonces, ¿quién miente, y a quién le creemos? Los personajes involucrados en el supuesto perdón de Trump, serían: Jeff Sessions, fiscal general; Michael Flynn, exconsejero de Seguridad Nacional de Trump; Paul Manafort, exdirector de la campaña de Trump; Roger Stone, socio de Trump y trabajo en su campaña.
Michael Cohen, abogado de Trump; Carter Page, máximo asesor de la campaña de Trump; Felix Sater, trabajó con la Organización Trump; Donald Trump Jr, hijo mayor de Trump; Jared Kushner, yerno de Trump y asesor de la Casa Blanca; y él mismo.
Entre los delitos que se barajarían serían obstrucción de la Justicia, delitos electorales, y traición al juramento constitucional, que dependerá de la Suprema Corte su interpretación, que huele como a traición.
Ya le hice el boceto de lo que está pasando, ahora hagamos las preguntas en Detrás de la Razón. El análisis y las múltiples respuestas, a las diez treinta de la noche, desde los estudios de Teherán; Londres, siete y Madrid, ocho de la tarde; México y Colombia, una de la tarde.
Por Roberto de la Madrid