La tragedia de los rohinyás ha conseguido conmover a la comunidad internacional. Ya son más de 300.000 los miembros de esta minoría que han llegado a Bangladesh huyendo de la persecución en Birmania. Para la ONU, no hay duda, se trata de “un ejemplo clásico de limpieza étnica” y denuncia posibles crímenes contra la humanidad. La Casa Blanca ha exigido a Birmania que “cese la violencia” y el Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá este miércoles para abordar la crisis a petición del Reino Unido y Suecia.
“No cabe duda de que el trato a los rohinyás es una desgracia y temo que está dañando la reputación de Birmania. Todos los que admiramos a Aung San Suu Kyi esperamos que sea capaz de usar su liderazgo para que los militares hagan lo correcto con esta minoría acosada y oprimida”, afirma Boris Johnson, ministro de Exteriores británico.
El propio dalái lama ha hecho un llamamiento a la dirigente birmana y premio Nobel de la Paz para que haga algo por este pueblo apátrida, el mayor del mundo.
El flujo de rohinyás hacia Bangladesh es imparable. Atrás dejan sus aldeas en llamas, incendiadas por las fuerzas de seguridad birmanas y las milicias locales, como demuestran las imágenes por satélite. La ONU asegura tener informes de ejecuciones sumarias y de civiles tiroteados en plena huida.
Más del 60 por ciento de los rohinyás que llegan a Bangladesh son niños y adolescentes. Allí les acogen en campos de refugiados saturados, caóticos, donde empieza a faltar de todo.