Al menos 26 muertos y 20 heridos en una iglesia bautista de Sutherland Springs.
El nombre de esta comunidad de Texas de apenas 500 habitantes, quedará para siempre en la larga letanía de los tiroteos masivos. Este hombre, Devin Kelley, un exmilitar de 26 años irrumpió en plena misa del domingo disparando contra los fieles con su fusil de asalto. Luego emprendió la huida con su vehículo.
Dos de los vecinos salieron tras él. Uno intercambió disparos con el sospechoso.
En declaraciones a un canal de televisión local uno de ellos, Johnnie Langendorff, explicaba que actuó por instinto para evitar que huyera. Le persiguieron durante varios kilómetros hasta que el individuo perdió el control. “Su coche cayó en la zanja. El vecino que me acompañaba salió, puso su rifle en el techo apuntando hacia él, y le decía: “salga, salga”. Pero nada se movió, no hubo ningún tipo de reacción, ni lucha, ni nada”, dijo.
Mientras, el presidente estadounidense desde Japón decía: “Pienso que estamos ante un caso de salud mental. Se trata, según las primeras investigaciones, de un individuo desquiciado, que tenía muchos problemas desde hacía mucho tiempo. En nuestro país, como en otros, hay mucha gente con problemas mentales, este caso no tiene relación con las armas”, señaló Trump.
Según fuentes policiales, las primeras investigaciones confirman que tras esta persecución el autor de los hechos se quitó la vida, una vez que su vehículo había quedado inmovilizado.
Con Reuters