Decenas de velas y de flores comenzaban a poblar desde ayer el instituto Albertville. Tanto dolor se ha acumulado en pocas horas como interrogantes. El gran "por qué" recorre Alemania como un escalofrío. Anoche se celebraron una vigilia y una misa, repletas de alumnos conmocionados, de amigos de los muertos, de jóvenes que han visto como sus compañeros morían de un frío y ardiente disparo en la cabeza. Hoy, el día después, el Instituto de la gran matanza se ha convertido en un centro de peregrinación. "No sé si quiero volver a esta escuela porque el edificio tiene recuerdos demasiado terribles para mi", aseguraba una de las alumnas del centro. Incesantemente, llegan y lloran adolescentes sacudidos por la realidad de la muerte violenta y temprana. Han olido terror, pólvora y sangre.