Abrimos las puertas del cielo, al menos del gastronómico. En este pequeño obrador, sor María lleva toda la vida amasando la tradición.Con ingredientes naturales, como huevos y azúcar, elaboran unos dulces muy especiales. Con la Navidad a la vuelta de la esquina, el horno de este convento está al rojo vivo.Un trabajo duro, pero que da sus frutos en forma de color, pero sobre todo, de sabor.Una época que estas celestiales manos miman al detalle, añadiendo su ingrediente más secreto.Y tan bien hechos están que no necesitan ni colorantes ni conservantes. Envasan con cariño estos tocinos que, como su propio nombre indica, deben saber a cielo.Sabores de otro mundo listos para bajar a los paladares más humanos.