Ser un cerdo causa sensación o por lo menos, eso es lo que pasa en Trie-sur-Baïse, un pequeño pueblo del pirineo al sudoeste de Francia. Desde hace 35 años, se lleva celebrando un concurso, no apto para los más refinados, para ver quien es el mejor imitador de cerdos. Cinco jueces puntuaron tan peculiares interpretaciones, no era suficiente con emitir sonidos, también había que imitar al animal a lo largo de su ciclo de vida.