Angrois era aquel pueblo tranquilo que un 24 de julio dejó de serlo. Golpeados por la tragedia, sus vecinos intentan recuperar ahora una rutina complicada porque sus paseos se cruzan con las vías del tren. Son muchos los que aquí hacen una parada para visitar un lugar donde se perdieron 79 vidas. Las flores ya están mustias frente a las vías, aunque el recuerdo siga vivo. Las piedras de los caminos del pueblo sujetan las notas para que no se las lleve el viento ni el olvido. De los 140 heridos todavía continúan hospitalizados quince de ellos un mes después. El tiempo también ha pasado en la plaza del Obradoiro de Santiago. De aquí han desaparecido flores y velas, cintas y pulseras son ahora los pequeños homenajes de quienes visitan Compostela y recuerdan a los que no están.