Apenas una veintena de puestos callejeros de churros continúa funcionando en Barcelona. La razón principal de su desaparición radica en una antigua ordenanza. Según ella, la licencia de estas ventas ambulantes solo podía pasar de padres a hijos, y cuando estos se negaban a continuar con el negocio familiar, este se veía obligado a cerrar sus puertas. Ahora una nueva normativa quiere cambiarlo. Los churreros podrán ceder sus licencias a terceras personas, haya o no un vínculo familiar con ella. Con esta nueva medida pretenden frenar la desaparición de estos puestos ambulantes de la Ciudad Condal.