Érase una vez Sabucedo, donde los niños se hacen mayores separando a los potros. Y aprendiendo de una tradición del siglo XVII, donde el animal es lo primero.
Érase una vez un pueblo donde sus vecinos se convierten unos días en aloitadores: solo con sus manos y su técnica logran dominar a los caballos, bajados del monte, donde viven, para poder cortarles las crines y desparasitarlos.
Un pueblo entregado a sus caballos, este año más salvajes que nunca.
Donde no importa el género, ni la edad, porque aquí no entienden de miedo.
Érase una vez Sabucedo, donde caballos y hombres se abrazan.
Y donde se aplaude la bravura y la valentía de unos y otros.
Donde unos.... y otros muestran una vez al año el lado más salvaje de la belleza.