Donald Trump quiere unas Fuerzas Armadas como las de toda la vida. Mientras anoche se daba un baño de masas en Washington con veteranos de guerra, no lejos de allí, desde el Pentágono, se anunciaba una decisión polémica: la paralización del reclutamiento de transexuales. Se aplaza seis meses, hasta el 1 de enero de 2018, la orden de la administración Obama que permitía el ingreso a quienes durante décadas consideraban en el ejército como desviados. Trump, por lo tanto, entre nuevos ataques a la prensa, insiste en desmantelar el legado de su antecesor, en este caso contra una medida orientada en su día hacia la integración.
La soldado Chelsea Manning, antes Bradley, condenada por filtrar documentos a Wikileaks, o el marine Shane Ortgea, nacido niña, son ejemplos de la existencia de personas transgénero entre las tropas estadounidenses. Tuvieron que ingresar, al igual que los homosexuales en su día, siguiendo la política de "No preguntes, No Cuentes".
El secretario de Defensa,James Mattis, justifica el frenazo en las dudas sobre la capacidad de los transexuales para defender el país. Así que ha encargado un estudio para evaluar, en estos seis meses adicionales, el impacto de su ingreso en el ejército.