Les ponemos en antecedentes. Una mujer limpiando en su casa encuentra (esto es una reproducción) tres fotografías de abusos sexuales hechas a su hija de 11 años. La imagen de los dedos era lo único que tenían. Se sospecha de su pareja sentimental, por decirlo así, el padrastro, pero había demostrarlo. Con orden judicial, repitieron las fotos de las manos con la misma posición. Y las revelaron, algo que la Guardia Civil no hacía desde hace 15 años, como nos reconoce el capitán Herrero, director técnino del Área de Identificación Lofoscópica: "Lo mejor es el positivo fotográfico, da más definición que una pantalla, que a veces se refleja la luz". Ahora, lupa en mano, como toda la vida, a comparar. Y una cosa les llamó la atención. "La disposición de los pliegues que respresenta el dedo índice de la mano derecha se corresponde con el del dedo índice de la mano derecha del sospechoso". Pero esta prueba no sirve de nada por si sola. "Las primeras pruebas que hicimos fue a 20 personas. Y aunque no era representativo, ya nos dio pie a pensar que tenía buena pinta". Y así, ampliaron el estudio. 2000 dedos analizados, una base suficiente como para confirmar su hipótesis. "Mis diez dedos son diferentes entre ellos y son diferentes a los de otra persona. Tiene la misma validez que la variabilidad que tiene las huellas dactilares, que cada persona tiene las suyas propias". Porque eso ocurre así hasta entre gemelos univitelinos, es decir, con el ADN idéntico. "La disposición de los pliegues de uno no tiene que ver nada con el otro, cuando genéticamente son idénticos". El presunto pederasta, de 57 años, administraba fármacos a la niña y abusaba de ella. Ahora ha podido ser imputado gracias a la concienzuda labor científica de los agentes, que han logrado todo un hito en la criminalística: la identificación por primera vez de una persona por el dorso de los dedos.