La aparición del Galaxy Note 7 fue literalmente explosiva, con teléfonos móviles quemados. El recién estrenado último modelo de Samsung fue un fiasco y un enorme quebradero de cabeza para la compañía, con 4.800 millones de pérdidas. Tras solo dos meses en el mercado, en octubre, el gigante surcoreano decidió dejar de fabricar su modelo estrella, guardar silencio e investigar. Hoy sus responsables han comunicado que, tal y como se sospechaba, el problema estaba en las baterías. Con cubiertas muy pequeñas y, en algunos casos, soldaduras defectuosas de los componentes. Desvelado el misterio, Samsung prodría retrasar la presentación del nuevo Galaxy: el S8, que no estará en el Mobile World Congress de Barcelona.
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