Fuertemente armados. Hasta con camiones blindados ha tenido que entrar la policía en la cárcel brasileña de Alaçuz. Su propósito era separar a miembros de bandas de narcotraficantes rivales. Y sacar a los 220 reos en pequeños grupos. Casi desnudos y atados entre ellos, les han subido a un autobús para trasladarles a otra prisión. Además se han registrados sus celdas. Y se han encontrado desde armas de fuego hasta un chaleco antibalas, pasando por decenas de cuchillos. El Gobierno brasileño asegura estar dispuesto a todo para acabar con los duros y sangrientos enfrentamientos entre grupos de narcos rivales. El pasado fin de semana acabaron con la vida de 26 presos.
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