Cuando el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado volvió a su ciudad natal se encontró con una zona completamente deforestada. La ganadería y la sequía habían convertido en un desierto el paraíso de su infancia. 20 años y cuatro millones de árboles después, la selva tropical luce como antes. Salgado y su mujer, Lélia Wanick, pusieron en marchan el Instituto de la Tierra, una organización que semilla a semilla ha recuperado 297 especies. Con ellas, han vuelto a cantar los pájaros, a susurrar los insectos y a merodear los caimanes. Y lo más importante: ha vuelto el agua. Han salvado una extensión en Brasil de casi 600 campos de fútbol y eso que al fotógrafo y a su esposa al principio los llamaban locos.
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