La escena no sólo enternece, te parte el alma porque es increíblemente humana y bonita.
El chaval está entrenando con los ojos vendados, para mejorar reflejos y reacciones. Cree estar haciendo guantes con su entrenador. No sabe quién tiene enfrente, boxeando contra él.
Escucha el roce de la ropa, los pasos y trata de atinar con sus golpes, tenaz, sin descanso.
Hasta que se quita la venda y descubre a su rival... a quien hace muchos meses que no ve, porque ha estado destinado lejos, en un frente de guerra.