¡Hola! Soy Steven, y pronto me graduaré de la secundaria. Muchas personas ven este momento como… bueno, quizá no como el comienzo de la adultez, pero sí como una despedida de la infancia. Honestamente, creo que ni siquiera la fiesta de graduación más asombrosa puede transformar a un niño en un hombre. Puedes elegir comportarte como un niño en cualquier situación. O no.
Me he criado junto a un ejemplo viviente de un verdadero hombre: mi padre. Él me crio solo, y no fue sencillo. Es una persona dura y reservada, pero tiene una gran pasión, su Pontiac GTO Judge, un modelo de 1969 que pule de vez en cuando y aprecia mucho. ¡Para que lo comprendas mejor, el solo hecho de sostener las llaves de ese auto sería todo un honor! Y mi padre se gana la vida atrapando criminales, es un policía.
Y ese es solo prólogo. Mi historia comenzó cuando la conocí a ELLA. Caroline era cinco años mayor que yo. Siempre me fue bien con las chicas, pero con Caroline me sentía un niño pequeño con pantalones cortos, cuando se suponía que debía comportarme como un hombre adulto.
En fin, mi padre se había ido tres días, tenía una sesión de entrenamiento en Georgia. Con la cabeza llena de una mezcla de confianza y mariposas, invité a Caroline a salir. Y contra toda expectativa… dijo que sí.
Todo marchaba bien, pero mi viejo Ford celeste arruinaba mi estilo. Era todo lo opuesto al Pontiac de mi padre. Y las llaves estaban ahí, en la mesa de la entrada.
Gasté bastante… Bueno, gasté MUCHÍSIMO dinero en la cena. Por suerte, no tuve que pensar temas de conversación, Caroline comía y hablaba sin parar.
Y así, entre las nubes, cometí el error más estúpido que puede cometer un conductor sin experiencia: estrellé el auto muy cerca de la entrada de mi casa. El preciado Pontiac de mi padre. Terminé con solo algunos moretones. Durante el primer minuto después del accidente, corrí unas veinte vueltas alrededor del auto, mientras me lamentaba una y otra vez por seguir con vida. Finalmente, llamé a mi amigo Peter, que vivía cerca.
Él me ayudó a empujar el Pontiac al garaje para que los vecinos no lo vieran. Luego, nos pusimos a pensar en un plan. La mejor idea que se nos ocurrió fue fingir que alguien había robado y lo había estrellado… Si tan solo mi papá no fuera un policía.
Pete no dejaba de repetir que mi padre me MATARÍA, él siempre le había tenido miedo a mi padre. Me convencí de que, si no me mataba, me metería en prisión de alguna forma.
… No recuerdo quién de los dos fue el primero en sugerir que debía huir de mi casa. Pero, unos minutos después, me encontré empacando mis cosas y contando todo el dinero que me quedaba después de haber gastado la mayoría en el restaurante. Pete me dio la dirección de su amigo de internet en California. “Sus padres son muy buena onda, te dejarán vivir con ellos, no hay problema”, me dijo.
De alguna forma llegué a la estación de autobús, todo está borroso en m