¡Hola a todos! Me llamo Pamela, y mi mejor amiga está saliendo con mi hermano mayor. Desde hace un tiempo, todo esto ha comenzado a incomodarme mucho, y siento que ahora su relación depende de mí. Esta es la razón.
Me enteré hace un año de que las dos personas más cercanas a mí se amaban. Estaba muy feliz por ellos y por mí misma, ya que los tres siempre salíamos juntos. Bueno, excepto cuando ellos tenían una cita, claro está. Jess y yo somos almas gemelas, siempre nos imaginamos lo asombroso que sería ser de la misma familia si ella y Alan se casaran.
Además, Jessica y yo somos compañeras de clase, por lo que estamos juntas casi todo el tiempo. Soy bastante buena en matemática, y ella es algo así como una nerd de la literatura, así que solemos ayudarnos para obtener buenas calificaciones. En una ocasión, acordamos prepararnos juntas para un examen de matemática y para un ensayo de literatura, cosa normal en nosotras. Por ese entonces, Alan estaba a punto de participar en una competencia de canotaje, ¡es todo un atleta! Jess y yo tendríamos una semana de chicas.
Al principio, nuestros preparativos marcharon como siempre, con excepción de algo que me molestaba: Jessica miraba el teléfono todo el tiempo, literalmente todo el tiempo. Enviaba y recibía mensajes sin parar. “Debe ser mi hermano el que le escribe”, pensé. Así que decidí tomar su teléfono. Le avisé a Jess que le escribiría a Alan para decirle que nos dejara en paz un par de horas. Antes de que ella me arrancara el celular de las manos, noté que el nombre de esa persona no era el de mi hermano. Yo sabía que Alan no estaba agendado en su celular como “mi amor”, ya había revisado sus contactos varias veces. Jess se dio cuenta de lo que yo pensaba con solo ver mi expresión. Intentó explicarme que había renombrado a Alan por alguna razón. Pero la noté nerviosa, actuaba de una manera muy sospechosa. “Oh, vamos”, pensé, “ella no le haría algo así a mi hermano”. Pensé que seguramente no era nada, pero Jess siguió actuando raro.
Al día siguiente, noté en la escuela que Jess estaba cerrada conmigo. Casi no conversaba, seguía un poco nerviosa y mantenía la distancia. Le pregunté qué ocurría, pero la única respuesta que recibí fue “nada especial”. Me explicó que su mamá la estaba llenando de tareas en el hogar y que eso no le permitiría estudiar conmigo. No sabía cómo contármelo, agregó, y eso la angustiaba mucho. En un par de días, cuando todo se terminara, volvería a estar bien.
Era miércoles y solo faltaban dos días para el examen y el ensayo. Y las cosas solo empeoraban. Antes del almuerzo, Jess me dijo que no se sentía muy bien y que tendría que ir a casa a descansar. Me preocupé por ella, pero no podía faltar a la clase siguiente. Le prometí que la visitaría después de la escuela y le llevaría la tarea, junto con algo sabroso para animarla. A Jess le pareció bien. Se fue a casa, mientras que yo