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¡Hola a todos! ¡Espero que estén excelentemente! Intento seguir pensando positivamente, incluso cuando la vida no va nada bien. Me llamo James, y en cuatro meses cumpliré 18 años. Espero ese día con mucha impaciencia porque, finalmente, podré cortar cualquier conexión con mi madre de una vez por todas. Y créanme, esta no es una rebelión adolescente. Es solo que mi madre es un ser terrible que arruinó a una persona querida y me mintió toda mi vida.
Mi historia comenzó de forma bastante misteriosa. Recibí un extraño correo electrónico. No era publicidad ni ningún tipo de correo basura, sino uno personal, pero muy corto: "¿Eres James K.?". La dirección del remitente no me era familiar, lo cual era extraño, ya que mi nombre de usuario no se parece a mi verdadero nombre. Lo pensé un poco y decidí que prefería responder que enviar el mensaje al correo basura. Después de unas horas, recibí un nuevo correo electrónico. "Gracias a Dios, es verdad. James, soy tu padre". Chicos, aún no se los he dicho, pero nunca he visto a mi padre. ¿Pueden imaginarse lo que sentí? Claro, quería asegurarme de que esa no era una mala broma, así que le pregunté a esta persona si podía hablar conmigo por teléfono. Pero pronto recibí un nuevo correo electrónico... mi padre... o quienquiera que fuera, dijo que, por el momento, ese era el único modo posible de hablarnos. Necesitábamos ocultárselo a mi mamá todo el tiempo que pudiéramos; de lo contrario, eso podría convertirse en un desastre.
Francamente, nunca pensé que tendría la oportunidad de conocer a mi padre. En especial de una forma tan... inusual. Toda mi vida viví bajo la impresión de que mi padre biológico era una persona repugnante que nunca me quiso y no me necesitaba. Por supuesto, esta idea me la inculcó mi madre. Ella siempre hablaba poquísimo y muy negativamente de él. Su historia favorita era sobre cómo casi me caí de la ventana del segundo piso por su culpa. Eso sucedió cuando tenía un año y medio. Ya podía moverme bastante bien y salir fácilmente de mi cama, y esta estaba situada muy cerca de la repisa. Así que, un día me trepé por las barandas, me subí a la repisa y la ventana estaba abierta de par en par... oh, ¡solo pensar que podría haber muerto de niño me pone mal! Mi mamá me dijo que ese terrible accidente pudo haber ocurrido por la negligencia de mi papá, y que, si ella no hubiera entrado