Debe tener razón Pedrojota Ramírez cuando se queja de ser víctima de ese mal tan español como "el pecado de la envidia".
Los españoles son muy envidiosos y están sumamente ofendidos porque no se les invitó al guateque de su portalito de Belén en el Casino de Madrid.
Una juerga que podría haberle costado unos 40.000 euros, un lujo para un periódico que lleva meses pagando los sueldos de algunos de sus trabajadores con retraso.
Los españoles también tiene otro grave defecto: por lo general suelen ser respetuosos con las normas. Son una sociedad lanar y poco dada a los amotinamientos como lo demostraron en el primer estado de alarma en el que asumieron su arresto domiciliario con alegría y cantando en los balcones.
Cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida instaron a los madrileños a no salir de Madrid y a "reducir la movilidad a lo necesario" en el puente de la Hispanidad la gran mayoría eligió quedarse en casa, sacrificando entre otras cosas estar con sus seres queridos en los pueblos.
También tomaron nota de las recomendaciones sanitarias de Salvador Illa cuando en septiembre pedía "quedarse en casa y relacionarse con la gente imprescindible" cuando todavía no se hablaba de estado de alarma.