Eran las 10:35 de la mañana y Miguel Ángel Reynoso tomaba su último rodado para hacer sus últimas esprintadas para culminar su jornada de prácticas de béisbol.
En teoría, fue un día normal para el joven de 14 años. Se levantó a las 6:40 de la mañana para asearse, preparar su desayuno, armar su mochila tomar su bate y partir desde su casa, ubicada en el sector el Capotillo.
Llegó al campo donde practica alrededor de las ocho de la mañana, se puso la vestimenta que usa, se estrechó y tomó su guante, una pelota y comenzó a soltar el brazo con uno de sus compañeros antes de empezar el entrenamiento a máxima capacidad.
“Lo mismo de todos los días”, exclamó Reynoso, pero aún así existían varios detalles que no eran lo común en una jornada de prácticas para él.