Una masa inmensa de agricultores, ganaderos y cazadores inundó este domingo el centro de Madrid.

Había más de doscientas mil personas y es evidente que no eran millonarios, aristócratas o ‘agentes secretos’ de Vladimir Putin, como dice alguna de las histéricas que el socialista Sánchez tiene de ministras.

Ni una papelera rota, ni un contenedor incendiado, ni un escaparate reventado. Ha sido la protesta pacífica, civilizada y masiva de gente corriente, que madruga, trabaja duro y tiene enormes dificultades para llegar a fin de mes.

Oyendo a los miembros del Gobierno PSOE-Podemos y a sus periodistas a sueldo, y escuchando sus análisis y descalificaciones, habrá quien concluya que los únicos con legitimidad para manifestarse en tiempos de Sánchez son los sindicatos comegambas, los socialistas, los comunistas, los antisistema, los independentistas y los herederos de ETA.

El resto, según el guion progre, deberíamos asumir con una mansa sonrisa las mentiras oficiales y agradecer su indiferencia e ineptitud a la hora de abordar los problemas de España.
Hablando de problemas, no descarto que en breve tengamos uno serio con Argelia.
Vaya por delante que siempre he sostenido que España, casi medio siglo después del ridículo de la Marcha Verde, debería asumir que el antiguo Sáhara español es una provincia más de Marruecos.
Desde que cruzaron los moros el Estrecho de Gibraltar, en el año 711, no ha habido un país que haya influido más en nuestra historia que el complicado vecino que tenemos al sur.

Es esencial llevarnos bien con Marruecos, máxime cuando EEUU apuesta claramente a su favor y Mohamed VI tiene hasta la llave de los asaltos a la valla de Melilla, pero no había un momento peor ni una forma más chapucera de cambiar de política exterior, que la que ha perpetrado Sánchez.
Momento malo, porque casi la mitad del gas que consume España viene de Argelia y si los argelinos, además de retirar a su embajador deciden cerrar el grifo, las vamos a pasar canutas, ahora que Rusia aprieta en Ucrania.

Forma chapucera, porque se ha hecho sin consenso, a toda prisa y con trampas.
Entiendo que Sánchez no informe de un giro así a sus socios de Podemos, o a sus colegas de Bildu o ERC, porque son enemigos declarados de España, pero estaba obligado a ir al Congreso de los Diputados y a buscar el consenso con la oposición.

Sánchez no sólo ha traicionado a los votantes que un día confiaron en sus promesas electorales, sino a sus compinches y a todos los españoles.
Lo último suyo es una chapuza más, que tensiona la nefasta coalición que nos gobierna, y apesta a elecciones anticipadas.
Yo daba por supuesto que tendríamos generales a finales de 2023. Ahora, viendo los acontecimientos, creo que las tendremos a finales de este año.
No tengo que decirles que voy a votar y que recomiendo: lo que más fastidie al PSOE y al contorsionista Sánchez.