La evolución de los cinodontos a mamíferos se vio forzada por la Extinción masiva del Pérmico-Triásico ya que perdieron el predominio que hasta el momento habían venido teniendo, a favor de los arcosaurios que dominaban la cadena trófica tanto herbívoros como carnívoros.
De este modo, los descendientes de los cinodontos que habían conseguido conquistar la noche y aprovechar los numerosos artrópodos, insignificantes para la mayoría de la fauna de gran tamaño, consiguieron evolucionar salvándose de la desaparición.
La vida nocturna suponía especializar la visión para la oscuridad y desarrollar el resto de órganos sensoriales para paliar la deficiencia lumínica. Es por ello que la mayor parte de los mamíferos poseen una escasa capacidad para percibir colores mientras que el oído y el olfato se desarrolla de forma espectacular, así como la visión nocturna en numerosas especies.
Por otra parte, las bajas temperaturas debían de ser compensadas, lo que forzó a estos individuos a crear mecanismos fisiológicos para regular la temperatura a la vez que los dotaba de estructuras protectoras para evitar las pérdidas de calor durante la noche. El pelo es el más significativo ejemplo de este último término.