La metilenodioximetanfetamina (MDMA) o éxtasis es un derivado de la anfetamina que fue sintetizado por primera vez en 1914, año en que fue patentada como un inhibidor del apetito por la compañía farmacéutica Merck. Sin embargo, la MDMA permaneció ignorada hasta los años setenta. Fue en esta década y a principios de los ochenta cuando su consumo empezó a popularizarse, convirtiéndose rápidamente en una droga de abuso.
Como sustancia de abuso, los consumidores experimentan una sensación de bienestar y euforia, mayor cercanía a los demás, locuacidad, desinhibición, alegría, relajación, sensualidad y despreocupación. Su consumo recreacional se produce principalmente por parte de población muy joven y con un perfil diferente al del drogodependiente clásico, en fines de semana, asociado fundamentalmente a ambientes festivos, fiestas multitudinarias, baile y música electrónica repetitiva "máquina" (raves).
Con la expansión del abuso recreacional de la MDMA a lo largo de las dos últimas décadas también han aparecido informes sobre su toxicidad, así como descripciones de complicaciones graves relacionadas con el consumo de esta droga. El éxtasis o MDMA posee tanto propiedades alucinógenas como psicoestimulantes, por lo que sus efectos adversos también se enclavan a medio camino entre las anfetaminas y los alucinógenos.
Así mismo, los efectos tóxicos de la MDMA también se pueden explicar en gran medida en función de su acción sobre la serotonina, uno de los neurotransmisores cerebrales. Se ha observado que la MDMA causa una disminución crónica en las concentraciones cerebrales de serotonina. Por otro lado, hay que recordar que la disminución en la actividad de la serotonina se ha asociado con depresión, con cuadros de ansiedad, con conductas impulsivas y agresivas, con tendencias suicidas, así como con alteraciones cognitivas.