El capítulo 11 de Apocalipsis muestra el poder y la protección divina sobre los dos testigos que profetizan 1260 días, la destrucción de Jerusalem y la defensa de Dios sobre sus enemigos.
Estos testigos, que son descritos como dos olivos y dos candelabros, tienen el poder de cerrar el cielo para que no llueva, de convertir el agua en sangre y de enviar plagas sobre la tierra.