Cierto que nuestra Justicia está muy politizada y tiene un notable componente de lotería, pero me llama la atención que todavía no hayan empapelado a Begoña Gómez.
Que la Fiscalía no haya movido un dedo se entiende, porque depende de su marido y tiene al mando a un tipo tan sumiso a Sánchez, que el Consejo General del Poder Judicial le considera ‘no idoneo’ para el cargo y a quien el Tribunal Supremo ha acusado de ‘desviación de poder’, por perpetrar cacicadas como ascender a su predecesora la socialista Dolores Delgado, flamante esposa del inefable Baltasar Garzón.
Fíjense si el tal García Ortiz, alias ‘Don Alvarone’, está entregado al Gobierno Frankenstein que se hay negado a facilitar al Senado el informe contrario a la amnistía ilegal elaborado por el Consejo Fiscal, provocando la rebelión de la mayoría de sus subalternos.
En ese campo, todo se ajusta al guión antidemocrático diseñado por La Moncloa.
Lo que no cuadra es lo de los jueces y las desiguales varas de medir que, en mi opinión, aplican los señores magistrados.
Desde el pasado martes, Iñaki Urdangarin es de nuevo un ciudadano libre, una vez extinguida la pena de cinco años y diez meses de cárcel, a la que fue condenado por su implicación en el ‘Caso Nóos’.
Como repito cada vez que me dan ocasión, yo soy licenciado en Derecho, pero no puedo apelar a esa titulación o a mis conocimientos jurídicos, porque siempre me he dedicado al Periodismo y de Derecho se lo justo.
Lo que tengo muy claro es que la Justicia, los Tribunales y las sentencias no pueden ir contra el sentido común.
Y uno analiza el ‘Begoñagate’ y la conclusión, lo evidente, es que se parece como un calco al ‘Urdangaringate’.
Las similitudes son palmarias.
En ambos casos, el protagonista es consorte de un personaje relevante y se vale de su condición para estimular sus actividades ‘empresariales’.
En un embrollo como en el otro, entra en escena un ‘listillo’, que propone hacer negocios y se beneficia de la jugada: Diego Torres con Urdangarín y Carlos Barrabés con Begoña.
Todo se camufla tras un artilugio ‘sin ánimo de lucro’: Instituto Nos en el caso del ‘Yernísimo’ y Africa Center y Cátedra de Transformación Social Competitiva, en el de la ‘presidenta conyuge’.
Y siempre con muchas cartas por medio, firmas y a la caza descarada de fondos del sufrido contribuyente, que repartían como confeti ministerios y comunidades autónomas.
Lo que hace especialmente censurable el ‘Begoñagate’ es que encima quien autorizaba, daba pátina de legalidad y bendecía el latrocinio era Sánchez, a través del Consejo de Ministros.
Y la prueba de que estos socialistas no tienen vergüenza es que a diferencia de la Casa Real, que se apresuró a repudiar a Urdangarin, acusándolo de comportamiento “no honorable”, el Gobierno Frankenstein y sus palmeros defienden a Begoña a capa y espada y hasta se atreven a etiquetar a los periodistas que están desvelando el escándalo de ‘fascistas’ y ‘manipuladores.
Me reafirmo: Sánchez y su mujer, son carne de banquil