En juicio de Miguel Ángel Pérez Pirela existe un falso debate en torno a qué ha de otorgársele más importancia: a las víctimas del coronavirus o a las víctimas de la crisis económica y en su lugar, impera redefinir el modo en cómo pensamos la producción y, con ello, pensar al ser humano desde otra perspectiva.
De allí que en lugares como Estados Unidos, donde se ha puesto el acento en la protección de los intereses económicos, el número de fallecidos a causa de la Covid-19 sigue creciendo y paralelamente aumenta el número de desempleados.
Para el experto, esa nueva forma de pensar la producción, pasa por “dignificar al trabajador, curar al trabajador, proteger la salud, la corporeidad, la biología del trabajador”, con lo que este podrá ejercer mejor su trabajo.
“Si nosotros pensamos la producción de otra forma, de otra manera, esa producción no tiene que estar enemistada, separada, aislada, de un cuidado de la propia salud de los trabajadores en medio de una situación crítica”, apuntó, al tiempo que insistió en que dicha situación no se detendrá en el corto plazo, por mucho que algunos países ya estén planeando la reapertura de sus sociedades, para llevar rápidamente la producción a los niveles previos a la aparición de la pandemia.
Por ello, Pérez Pirela insistió en que es necesario preguntarse acerca de las condiciones que regirán los modos de relacionamiento humano, nuevo tipo de trabajo, de organización social, de contrato social, producto de las demandas que nos ha impuesto la Covid-19.
Como ilustración a lo previamente desarrollado, el analista trajo a colación la reciente suspensión de la inmigración a Estados Unidos por 60 días que decretara Donald Trump, cuya motivación no fue proteger la salud de los inmigrantes o de los estadounidenses, sino prometer demagógicamente que se hacía para evitar que los inmigrantes le quitaran el trabajo a los nacionales, cuando en ese país se registran semanalmente entre 6 y 7 millones de desempleados y a fines de abril se prevé que la cifra alcance entre los 32 y 34 millones.
Este modelo fallido, a su parecer, deja en evidencia la naturaleza falaz de la discusión entre abrir las sociedades para producir –y exponer a grave riesgo vital a un gran número de personas– y confinarlas para protegerse de la infección por coronavirus.
Por tal razón, “el pensamiento, la reestructuración de la sociedad, de la sociedad que necesitamos, pasa precisamente por unir lo productivo con los cuidados de nosotros mismos, de nuestros trabajadores”.
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