Los surcos abiertos entre el barro indican el único recorrido a seguir. Un trayecto entre muebles convertidos en desechos. Al doblar una esquina de Paiporta continúa el rastro de enseres a ambos lados de la calle y los vecinos se quejan porque dicen que el olor es insoportable. Quienes se asoman a la ventana siguen echándose las manos a la cabeza. Desde sus balcones las vistas acrecientan el desasosiego que acumulan desde hace casi una semana. "Las pesadillas que tenemos nosotros por las noches, que no podemos dormir", cuentan mientras hacen cola para recoger algo de comida. La montaña de objetos inservibles tampoco deja de crecer en Sedaví. Allí Lola vacía su garaje. Llora porque "son tus cosas y las tienes que despedir para que entren otras". No es fácil asimilarlo. Menos, cuando el desastre sigue siendo tan visible. Garajes que continúan inundados y vehículos que aparecen todavía sin revisar. Una vez inspeccionados quedan marcados. Hay locales que es imposible identificar lo que eran. Queda muchísimo trabajo por delante hasta lograr despejar el camino.