"Sigamos haciendo Iberoamérica, es más lo que nos une que nos separa". El entusiasmo de los organizadores y la presencia y palabras del rey Felipe VI, que abren esta crónica, no fueron suficientes para evitar que la Cumbre Iberoamericana de Cuenca pase a la Historia como un fracaso.

Las malas relaciones del presidente anfitrión, el ecuatoriano Daniel Noboa, con sus homólogos de la región, la guerra de los presidentes que marca la actualidad política en las Américas y la ausencia de Pedro Sánchez, jefe de Gobierno español, habitual agitador de los 28 cónclaves iberoamericanos anteriores, no sólo dinamitaron los resultados de Cuenca 2024. También han abierto interrogantes sobre la efectividad de estas cumbres y airean cómo el sueño de la América integrada al estilo de la Unión Europea es hoy una pesadilla política.