"Una vida que dejó huella", dice el mármol que brilla en el atrio de la iglesia Nuestra Señora del Pilar, frente a la plaza principal, en el casco histórico de la ciudad. La frase fue encomendada por el Papa Francisco, quien también habló de estar ante "una santa entre nosotros". Allí descansan ahora las cenizas de Evelyne Lamartine, la superiora que nunca dejó de buscar la verdad sobre sus compañeras, las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, secuestradas por la patota de la ESMA.