La esencia de El Chorrillo se ha degradado rápidamente en las últimas décadas. Aquí, la invasión del 20 de diciembre de 1989 marcó a fuego la memoria de una generación que todavía se pregunta: ¿De qué éramos culpables? La herida está abierta, el ardor sigue tan vivo como los incendios que acabaron con las casas, los sueños y la esperanza de los chorrilleros.