El cerebro utiliza esta especie de marcapasos interno para cronometrar eventos. Cuando necesitamos hacer una estimación de cuánto tiempo ha pasado, por ejemplo cuando estamos esperando un autobús o preparando una taza de té, simplemente “consultamos” este cronometro.
Lo interesante del caso es que la velocidad con la que mide el paso del tiempo este cronometro interno puede variar. Experimentos llevados a cabo en roedores entrenados para mover una palanca que les proporciona comida y que funciona solo cada un determinado intervalo de tiempo demuestran que la producción de dopamina afecta la forma en que el animal percibe el transcurso del tiempo. Si se añade dopamina, el ritmómetro de las ratas va más deprisa; si se elimina, el reloj se hace más lento. Los defectos de este ritmómetro podrían explicar varias dolencias. La dislexia, la hiperactividad, la enfermedad de Parkinson y la esquizofrenia pueden estar asociadas a la forma en que percibimos el paso del tiempo.