Ha pasado un año del accidente que los atrapó, y los 33 mineros de Atacama ya no son los mismos. A nivel psicológico, el encierro que vivieron les dejó graves secuelas. La mayoría de ellos ni siquiera pueden acercarse a una mina sin sufrir temblores o ansiedad. Algunos de ellos intentan recuperarse emprendiendo nuevos negocios; otros dicen que estaban mejor dentro de la mina que fuera, donde deben integrarse a un mundo que para ellos se convirtió en hostil.