Al final de los años 1980s, un grupo de investigadores del National Institute of Mental Health (NIMH) estaba investigando una categoría de receptores llamados péptidos del dolor. No lejos de donde ellos conducían sus labores, el neuroanatomista Mark Herkenham, estaba trabajando con unas muestras de un poderoso análogo de THC que la casa Pfizer había desarrollado. Herkenham estaba mapeando las áreas del cerebro que se encendían con actividad neural bajo la influencia del THC, y el cuadro que estaba obteniendo le lucía muy similar a la distribución cerebral del que obtenían sus colegas contiguos con el receptor misterioso que exploraban. Cuando los dos grupos de investigadores añadieron el THC sintético a los nuevos receptores, obtuvieron su respuesta.