Homo Habilis tenía un cerebro unas cuatro veces más grande de lo que correspondería a su tamaño y peso. Pero un cerebro mayor conlleva un mayor consumo de energía. Para poner en marcha nuestros cerebros necesitamos unos veinte vatios, o 400 calorías por día —o, lo que es lo mismo, un 20 por 100 de nuestro consumo total de energía sólo para poder pensar. Esto nos lleva a una verdadera espiral evolutiva. Los cerebros de mayor tamaño necesitan una buena cantidad de energía, y el mejor modo de hacerse con ella es comiendo carne. El medio más productivo de conseguir carne es cazando, y para ello qué mejor que hacer uso de útiles y armas. Aquellas criaturas mejor adaptadas para la fabricación de tales herramientas eran las dotadas con cerebros de mayor tamaño.